Bordados

Saya blanca bordada en oro perteneciente a Nuestra Señora del Rosario. Anónima. Mediados del Siglo XVIII. Raso Blanco bordado en oro.

Realizada en raso blanco, concentra el bordado en la zona inferior. El dibujo presenta una composición triangular formada por dos tallos vegetales enroscados a derecha e izquierda respecto de un eje central del que parten y que se completa en la zona superior por una rosa rodeada de hojas de la misma planta, la cual está íntimamente relacionada con el manto. Los tallos enroscados están formados por hojas de cardo que se retuercen, realizadas en cartulina. Ambas ramas culminan en dos capullos de flores realizados en la misma técnica y de composición idéntica tanto a derecha como a izquierda. Rodea el borde inferior un cordón bordado y un encaje de concha en oro fino.0.0

Las mangas del vestido van aparte con una compostura bastante asimétrica con el objeto de ser amoldada a la talla que, por suerte, no fue mutilada. Estas piezas no están bordadas. Sobre el cuerpo del vestido, se colocaba un pecherín de forma trapezoidal en el que se cosían las joyas, en la misma tela con encajes de oro fino colocados de forma paralela.

Manto rojo bordado en oro. Actual manto de salida de Nuestra Señora del Rosario. Anónimo. Fines del Siglo XVIII (1794).

De estilo Isabelino, esta obra data de finales del siglo XVIII, aproximadamente sobre el año 1794 fecha en que la imagen comienza a ser vestida.  Presenta una guardilla bordada a realce en oro fino sobre terciopelo rojo, bordeado todo el perímetro con un encaje de concha de oro fino.

El diseño del bordado presenta una clara simetría respecto del eje central que coincide con el centro de la cabeza de la imagen, coincidiendo los dibujos tanto del lado izquierdo como del derecho, variando tan sólo los motivos florales situados en la zona inferior e intermedia de la creación. Mediante un grueso tallo serpenteante se va configurando el espacio donde se concentra la decoración. Este eje configurador está realizado mediante un bordado relleno con planchas metálicas en vez de la tradicional cartulina. En las zonas restantes se ubican motivos florales formados por rosas, azucenas y jazmines (en la zona superior acompañados del rameado característico de este tipo de vegetación).

En 1999 fue restaurado gracias al convenio realizado entre la Caja de ahorros de san Fernando y el Consejo de Cofradías, en los talleres de santa Bárbara, fundado desde 1983, quienes han destacado por su buen hacer, obteniendo en 1995 el premio Demófilo de la Fundación Machado por la restauración de los faldones del palio de la Amargura, entre otros reconocimientos.

Respaldo del sillón de Nuestra Señora del Rosario. Anónimo. Mediados del siglo XVIII. Raso blanco bordado en oro a realce.

Hay que mencionar un pequeño bordado, relacionado con estas piezas, realizado sobre raso blanco. Se representan en él dos flores entrelazadas sobre una superficie trapezoidal que procede del respaldo del sillón de la imagen, y que está a la espera de ser restaurado, para ser ubicado en el próximo trono de salida de la imagen, hoy en proyecto.

Escapularios de Nuestra Señora del Carmen. Anónimo. Mediados del siglo XIX. Raso marrón bordado en oro fino y talcos.

Dos escapularios de vestir y uno de mano son las únicas piezas que se conservan. De las piezas de vestido, una de ellas no tiene ningún bordado y la otra, empleada para las grandes solemnidades, está realizada en oro y talcos, organizando sus bordados entorno a un eje central que divide en dos la superficie. A lo largo de todo el perímetro, un tallo va distribuyendo flores y hojas por todo el conjunto. Nada sabemos en cuanto a la autoría y datación, pero debió ser una obra realizada en serie, pudiéndose observar otro ejemplar exacto en el ajuar de la Virgen del Carmen que se venera en la Iglesia conventual de San Buenaventura.

El escapulario de mano está compuesto por dos cuadrados de tela marrón con bordados, piezas de talco y perlas. Representándose en uno de ellos el anagrama de la Virgen y en el otro el escudo de la Orden Carmelitana. Éste era portado en la mano derecha, con la misma que sostenía el cetro, ofreciéndola a los fieles como instrumento de salvación.

Estandarte corporativo. Victoria Caro. 1926. Terciopelo Burdeos bordado en oro fino.

Conocido vulgarmente como “bacalao” por la similitud a la forma de este pescado, consiste en una bandera recogida a un asta mediante un cordón dorado en cuyo centro lleva bordado el escudo de la Hermandad. Esta insignia sustituye en parte, el carácter representativo del Simpecado, que desde el momento en que el estandarte aparece, queda reducido a la única función cultual presidiendo el Rosario Público.

Junto a esta insignia, el 5 de agosto de 1865 se aprueba en Cabildo de Oficiales el uso de la medalla corporativa con el escudo de la Hermandad, colgando del cuello con una cinta celeste y blanca. El bacalao y la medalla se constituyen desde este momento como los signos identificativos de los hermanos y de la Hermandad respectivamente.

La primera aparición documentada de la citada pieza se recoge en unas facturas fechadas en el año de 1879, donde se abona a Elisa Ribera 340 reales por el bordado y forro del estandarte, así como otras partidas correspondientes a cordones, borlas, asta y cruz de metal realizadas por el orfebre Federico Lasorte.

Nada sabemos sobre cómo era este primer estandarte. Podemos suponer que estaría realizado sobre tisú blanco con el escudo bordado en sus colores en el centro. Éste se conservó hasta que el 29 de agosto de 1926 se estrenó el nuevo estandarte bordado por Victoria Caro. La sustitución del antiguo se produce por el deterioro lógico de la pieza, acordándose realizar con el bordado del antiguo un paño de púlpito, que aún hoy se conserva.

En la obra de Caro se mantuvo el color de la tela, siendo en una restauración llevada a cabo por Rincón Galicia en los años 70 del pasado siglo XX cuando se pasó a terciopelo burdeos. El escudo consiste en un bordado a realce en oro con un rosario aplicado de metal dorado. Recientemente ha sido restaurado en los talleres de bordados Santa Bárbara cuyo resultado es  la insignia que hoy observamos, con orfebrería de Jesús María Domínguez.

El Simpecado de Gala. Anónimo. Segunda mitad del siglo XVIII.  Terciopelo rojo bordado en oro fino a realce con aplicaciones de talcos.

Esta insignia mariana fue el objeto en torno al cual la Hermandad comenzó sus cultos. Como hemos comentado anteriormente, tres eran los simpecados que la Hermandad poseía, conservándose tan sólo el de Gala.

En el año 2002 se concluyó la restauración de esta joya en los ya citados talleres de bordados Santa Bárbara, quienes, con gran maestría, han devuelto a esta obra la elegancia perdida tras una desastrosa restauración donde la mayoría de los bordados fueron sustituidos por recortes, alterándose al mismo tiempo su composición.

Realizado sobre terciopelo rojo, color que tradicionalmente se ha relacionado con la devoción al Rosario, presenta como motivo central, dando sentido a la insignia, una pintura de formato ovalado donde aparece una representación de la Virgen del Rosario idealizada.

Los bordados poseen la delicadeza propia del rococó, al gusto de la segunda mitad del siglo XVIII donde la rocalla va cediendo paso a otras formas menos complicadas en cuanto a diseño. Las piezas siguen la estética barroca basada en el abultamiento de las mismas, para lo que es necesario el empleo del relleno. Hay que destacar la presencia de talcos (pequeñas piezas de cristal) muy empleados en este estilo, formando ramilletes o decorando flores. Éstos han sido agregados en la reciente restauración, dotando a la pieza de mayor riqueza visual. Los cristales en cuestión datan del siglo XVIII, conservándose, hasta su colocación en el paño, entre el ajuar de la Santísima Virgen del Rosario.

El simpecado podemos encuadrarlo dentro del modelo de tijeras por la forma que presenta: dos largas patas formando un ángulo agudo en la zona inferior, en contraste con la forma ondulada de la parte alta. Esta morfología recuerda la forma del anagrama de María (M). Todo el contorno aparece cordoneado en oro. En torno a sus perfiles ondulantes, se dispone una cenefa o guardilla bordadas con “ces” dispuestas de forma cóncava y convexa, completadas en cuanto a su diseño con lantejuelas de oro que consiguen un efectismo lumínico con la incidencia del sol sobre éstas. En la zona superior, estos motivos se van entrelazando para adecuarse a la especie de crestería superior que remata el paño sagrado. En el centro, orlando la pintura, una cenefa de idéntica composición dan prestancia a la representación letífica como si se tratara de un marco. A ambos lados dos cuernos de la abundancia de cuyos interiores brotan tallos florales realizados a realce con aplicaciones de lantejuelas, talcos y hojillas de oro. Quizás los elementos más originales en cuanto a diseño, sean dos ramos de claveles con sus respectivas lazadas localizadas en las patas inferiores del paño. Ello es indicativo del carácter popular de la Hermandad, fruto de la devoción de un barrio.

Como es habitual, esta insignia se completa con un cordón anudado en el asta, en la zona inmediata a la cruz que remata, desplazando cada uno de sus cabos a derecha e izquierda, volviendo a ser anudados en dos perillas ubicadas en la zona superior del paño, coincidiendo a la altura de la crestería. En los extremos de las patas y en el final de los cordones se colocan borlas cardenalicias realizadas en oro y seda roja con fleco de canutillo. En la zona intermedia del cordón, coincidiendo con la pintura, porta unos jarrones realizados mediante un alma de madera recubierta de hilos de seda roja y oro que dan gracia a este elemento decorativo. Con motivo de la restauración, el cordón fue realizado en los talleres Casa Rodríguez de esta ciudad, quienes hicieron una reproducción exacta del primitivo cordón destrozado, resultando una pieza de gran elegancia donde se puede apreciar la maestría y buen hacer de este sevillano taller.