Misterios gozosos

I. MISTERIO: LA ENCARNACIÓN DEL SEÑOR

“A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea que se llamaba Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
Entrando adonde estaba ella, el ángel le dijo:
-Alégrate, favorecida, el Señor está contigo.
Ella se turbó al oír estas palabras, preguntándose qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
-No temas, María, que Dios te ha concedido tu favor.
Mira, vas a concebir en tu seno y a dar a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús. Éste será grande, lo llamarán Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado; reinará para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin.
María dijo al ángel:
-¿Cómo sucederá eso, si no vivo con un hombre?
El ángel le contestó:
-El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, al que va a nacer lo llamarán «Consagrado», «Hijo de Dios».
Y mira, también tu pariente Isabel, en su vejez, ha concebido un hijo, y la que decían que era estéril está ya de seis meses, porque para Dios no hay nada imposible.
Respondió María:
-Aquí está la sierva del Señor; cúmplase en mí lo que has dicho.
Y el ángel la dejó”
(Lc. 1, 26-38).

MEDITACIÓN

Dios es recibido por María; el seno de María se transforma en un santuario cubierto por el Espíritu Santo, cubierto por la sombra de Dios y de ahí en María comienza un camino de acompañamiento a la vida que acaba de concebir, a la vida de Jesús. Lo espera, como toda madre espera a un hijo, con mucha ilusión pero antes de nacer empiezan las dificultades; y ella sigue acompañando esa vida de dificultades […] Jesús prácticamente nació en situación de calle… en un pesebre… en un corral… no había lugar para Él y ella lo acompaña. […] María, la mujer que recibe y acompaña la vida… hasta el final; con todos los problemas que se puedan presentar y todas las alegrías que l vida también nos da.

Papa Francisco. Homilía 25 de marzo de 2011

ORACIÓN

Derrama Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la Encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Santísima Virgen del Rosario, Madre de los Humeros. Ruega por nosotros

II. MISTERIO; LA VISITA DE MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL

“En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz dijo: <<Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre; ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo la criatura de mi vientre. ¿Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor>>” (Lc 1, 39-45)

MEDITACIÓN

La Virgen, en cuanto recibió el anuncio de que sería la madre de Jesús, y también el anuncio de que su prima Isabel estaba encinta –dice el Evangelio-, se fue deprisa; no esperó. No dijo: “Pero ahora yo estoy embarazada; debo atender mi alud. Mi prima tendrá amigas que a lo mejor la ayudarán”. Ella percibió algo y “se puso en camino deprisa”. Es bello pensar esto de la Virgen, de nuestra Madre, que va deprisa, porque tiene esto dentro: ayudar. Va para ayudar, no para enorgullecerse y decir a la prima: “Oye, ahora mando yo, porque soy la mamá de Dios”. No; no hizo eso. Fue a ayudar. Y la Virgen es siempre así. Es nuestra Madre, que siempre viene deprisa cuando tenemos necesidad. Sería bello añadir a las Letanías una que diga: “Señora que vas deprisa, ruega por nosotros” […] Y cuando sus hijos están en dificultades, tienen una necesidad y la invocan, ella acude deprisa. y esto nos da una seguridad, una seguridad de tener a la Mamá al lado, a nuestro lado siempre. Se va, se camina mejor en la vida cuando tenemos a la mamá cerca. […] La Virgen que siempre va deprisa, por nosotros.

Papa Francisco. Homilía 26 de mayo 2013

ORACIÓN

Dios todopoderoso, tú que inspiraste a la Virgen María, cuando llevaba en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel; concédenos, te rogamos, que, dóciles al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus maravillas. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

Santísima Virgen del Rosario, Madre de los Humeros. Ruega por nosotros

III. MISTERIO: EL NACIMIENTO DEL HIJO DE DIOS

“Mientras estaban en Belén le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
Había en aquellos campos unos pastores que pasaban la noche al raso velando sus rebaños. Un ángel del Señor los envolvió con su luz. Entonces les entró un gran miedo, pero el ángel les dijo:
-No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será también para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.”
(Lc 2, 6 – 12)

MEDITACIÓN

Se ha manifestado la gracia de Dios. Gracia es sinónimo de belleza. En esta noche, redescubrimos en la belleza del amor de Dios, también nuestra belleza, porque somos los amados de Dios. En el bien y en el mal, en la salud y en la enfermedad, felices o tristes, a sus ojos nos vemos hermosos: no por lo que hacemos sino por lo que somos. Hay en nosotros una belleza indeleble, intangible; una belleza irreprimible que es el núcleo de nuestro ser. Dios nos lo recuerda hoy, tomando con amor nuestra humanidad y haciéndola suya, “desposándose con ella” para siempre.

De hecho, la «gran alegría» anunciada a los pastores esta noche es «para todo el pueblo». En aquellos pastores, que ciertamente no eran santos, también estamos nosotros, con nuestras flaquezas y debilidades. Así como los llamó a ellos, Dios también nos llama a nosotros, porque nos ama. Y, en las noches de la vida, a nosotros como a ellos nos dice: «No temáis» (Lc 2,10). ¡Ánimo, no hay que perder la confianza, no hay que perder la esperanza, no hay que pensar que amar es tiempo perdido! En esta noche, el amor venció al miedo, apareció una nueva esperanza, la luz amable de Dios venció la oscuridad de la arrogancia humana. ¡Humanidad, Dios te ama, se hizo hombre por ti, ya no estás sola!

Papa Francisco. Homilía 24 de diciembre 2019

ORACIÓN

Dios y Señor nuestro, que en el parto de la Virgen María has querido revelar al mundo entero el esplendor de tu gloria; asístenos con tu gracia, para que proclamemos con fe integra y celebremos con piedad sincera el misterio admirable de la Encarnación de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Santísima Virgen del Rosario, Madre de los Humeros. Ruega por nosotros.

IV. MISTERIO: PRESENTACIÓN DEL NIÑO JESÚS EN EL TEMPLO

“Cuando se cumplieron los días de la purificación prescrita en la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como prescribe la ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor. Ofrecieron también en sacrificio, como dice la ley del Señor: un par de tórtolas y dos pichones.

Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías enviado por el Señor. Vino, pues, al templo, movido por el Espíritu y, cuando sus padres entraban con el niño Jesús para cumplir lo que mandaba la ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo que muera en paz. Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, como luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”(Lc 2, 22 – 32)

MEDITACIÓN

Mis ojos han visto a tu Salvador. Simeón ve a Jesús pequeño, humilde, que ha venido para servir y no para ser servido, y se define a sí mismo como siervo. Dice, en efecto: «Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz» (v. 29). Quien tiene la mirada en Jesús aprende a vivir para servir. No espera que comiencen los demás, sino que sale a buscar al prójimo, como Simeón que buscaba a Jesús en el templo. En la vida consagrada, ¿dónde se encuentra al prójimo? Esta es la pregunta: ¿Dónde se encuentra el prójimo? En primer lugar, en la propia comunidad. Hay que pedir la gracia de saber buscar a Jesús en los hermanos y en las hermanas que hemos recibido. Es allí donde se comienza a poner en práctica la caridad: en el lugar donde vives, acogiendo a los hermanos y hermanas con sus propias pobrezas, como Simeón acogió a Jesús sencillo y pobre. Hoy, muchos ven en los demás sólo obstáculos y complicaciones. Se necesitan miradas que busquen al prójimo, que acerquen al que está lejos. Los religiosos y las religiosas, hombres y mujeres que viven para imitar a Jesús, están llamados a introducir en el mundo su misma mirada, la mirada de la compasión, la mirada que va en busca de los alejados; que no condena, sino que anima, libera, consuela, la mirada de la compasión. Es ese estribillo del Evangelio, que hablando de Jesús repite frecuentemente: “se compadeció”. Es Jesús que se inclina hacia cada uno de nosotros.

Papa Francisco. Homilía 2 de febrero 2020

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, te rogamos humildemente que, así como tu Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado en el templo, nos concedas de igual modo a nosotros la gracia de ser presentados delante de ti con el alma limpia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

Santísima Virgen del Rosario, Madre de los Humeros. Ruega por nosotros.

V. MISTERIO: EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO

“Cuando se cumplieron los días de la purificación prescrita en la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como prescribe la ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor. Ofrecieron también en sacrificio, como dice la ley del Señor: un par de tórtolas y dos pichones.
Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías enviado por el Señor. Vino, pues, al templo, movido por el Espíritu y, cuando sus padres entraban con el niño Jesús para cumplir lo que mandaba la ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo que muera en paz. Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, como luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”
(Lc 2, 22 – 32)

MEDITACIÓN

Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del padre, vivimos y actuamos “para alabanza de la gloria de su gracia” (Ef 1, 6). Si queremos entregarnos a fondo y con constancia, tenemos que ir más allá de cualquier otra motivación. Éste es el móvil definitivo, el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás. Se trata de la gloria del Padre que Jesús buscó durante toda su existencia. Él es el Hijo eternamente feliz con todo su ser “hacia el seno del Padre” (Jn 1, 18). Si somos misioneros, es ante todo porque Jesús nos ha dicho: “La gloria de mi Padre consiste en que deis fruto abundante” (Jn 15, 8) Más allá de que nos convenga o no, nos interese o no, nos sirva o no, más allá de los límites de nuestros pequeños deseos, nuestra comprensión y nuestras motivaciones, evangelizamos para mayor gloria del Padre que nos ama.

Evangelii gaudium, 267

ORACIÓN

Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo; concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

Santísima Virgen del Rosario, Madre de los Humeros. Ruega por nosotros

LETANÍA DE NUESTRA SEÑORA

Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad

Santa María
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de las vírgenes

Hija predilecta del Padre
Madre de Jesús, el Hijo de Dios
Templo del Espíritu Santo

Mujer pobre y humilde
Virgen purísima
Virgen y Madre
Esclava del Señor
Modelo de esposa y madre
Fiel discípula de Jesús

Madre de la Iglesia
Madre de la familia
Madre de todos los hombres
Madre de corazón inmaculado
Madre del amor hermoso

Mediadora de todas las gracias
Artífice de la paz
Camino de los peregrinos
Auxiliadora de los Cristianos

Reina y Señora nuestra
Reina del santo Rosario
Madre de los Humeros
Tierna Abadesa de las Capuchinas
Madre de la Orden de Predicadores
Reina de la Paz

V./ Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo.
R./ Perdónanos, Señor.
V./ Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo.
R./ Escúchanos, Señor.
V./ Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo.
R./ Ten misericordia de nosotros.

V./ Ruega por nosotros santa Madre de Dios
R./ Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor, Jesucristo.

Oración:
Dios y Señor nuestro, que por la maternidad virginidad de María entregaste a la humanidad los bienes de la salvación; concédenos experimentar la intercesión de aquella por quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.